TCDF Eco-Logic se encuentra en la provincia más septentrional al
sur de Tailandia, específicamente en Pak Song donde el territorio es de
sólo 75 kilómetros
de ancho desde el este al oeste, la ciudad más cercana es Ranong a unos 70
kilometros de distancia.
La tierra de las sonrisas, con sus montañas vírgenes, muchos
parques nacionales, bosques tropicales, cascadas y por supuesto cercano el mar
de Andamán y el Golfo de Siam con sus numerosas islas y playas.
La tarea de la fundación es apoyar en distintos ámbitos a los
niños tailandeses, a través de la escuela especial para menores con
discapacidades físicas y mentales, nutrición, asistencia, medicamentos, etc. Es
un proyecto generoso creado con Amor, para entregar desde distintos una
oportunidad a estos niños, es así como nace un proyecto ambicioso el cual
requiere del apoyo de todos quienes quieran participar como voluntarios,
turistas, o de cualquier para que este proyecto siga adelante y mantenga los
excelentes resultados que ha tenido hasta el momento.
Llegue a este lugar sin saber como... luego de mi paso por
Bangkok en mi recorrido al sur de Tailandia decidí trabajar como voluntaria en
este apartado pero paradisíaco lugar.
Llegar no era tan sencillo, pero una vez que te encuentras ahí difícilmente quieres abandonar ese paraje casi virgen lleno de gente
maravillosa.
El lugar esta en medio de la selva en las montanas, rodeado
por un río y espesos bosques, el camino para llegar al lugar más poblado es
largo y al encuentro aparecen monos, perros y aves de distintas especies (si
tienes suerte algunas serpientes), el sol es abrumador despues de las 11:00 am,
pero el amanecer es un sueño y en las noches las estrellas parece que aplastan
el territorio con su brillo, el cantar de los grillos nos envuelve y junto a
las fogatas los días privilegiados escuchamos las historias de la zona.
Un lugar sencillo pero tremenda mente acogedor, donde
compartíamos alrededor de 20 voluntarios y voluntarias de distintas nacionalidades.
Un proyecto montañas donde el trabajo pasaba desde la agricultura
orgánica, cuidado de animales, jardines, apoyo en la escuela, construcción,
mosaico, etc. hasta apoyo a la comunidad y por supuesto diversión.
Como en todo camino el encuentro con almas similares es
inminente y se forman mágicos lazos que se van haciendo más profundo con el
paso del tiempo.
Levantarse aún sin la totalidad de la luz no era difícil
realizar mis meditaciones con el sonido del río como música de fondo, además
del canto matutino de las aves y los sonidos selváticos hacían que cada día
fuese una experiencia maravillosa. Luego de un desayuno Tailandes exquisito l
trabajo más pesado en agricultura debía comenzar muy temprano debido a que a
medio día el calor y sol nos impedían desarrollar arduas tareas en la tierra,
por lo que dedicábamos las horas posteriores a actividades que estuviesen un
poco cubiertas de sombra.
Los vegetales y frutas que nosotros mismos trabajábamos era
nuestro alimento y con el respeto con que los ingeríamos también los cuidábamos cada día.
No pasaron muchos días hasta que logre comenzar a trabajar en
la escuela con los niños con discapacidades, allí entregue el amor a través de
mis terapias, específicamente Osteopatía Bioenergética Celular,
mientras aquellos pequeños seres me regalaban una sonrisa, un sonido un
profunda mirada que me conmovía el alma, yo les entregaba algo de vuelta.
Trabajar con aquellos niños era una bendición, recibir su
cariño era el símil de recibir miles de voltajes energéticos que inundaban mi
corazón de alegría, al escucharlos cantar te olvidabas de discapacidades o
ritmos o melodías, su energía traspasaba a mis células y su profunda energía
también, sus pequeñas danzas matutinas, su agradecimiento de los alimentos y a
quienes ayudábamos era impagable.
Mis experiencias desde lo invisible no dejaban de estar
presentes pero eran tan maravillosas como aquella experiencia que me permitía
crecer a cada minuto, por lo que las disfrutaba al máximo y como siempre solo
podía registrarlas con el lápiz para que perduraran en mi memoria.
Los paisajes eran hermosos, pero la gratitud y simpatía de
quiene vivian en los alrededores era aún más conmovedora. Personas sencillas
que despegados de lo material regalaban sonrisas, palabras y permitían que
conociese un poco más de su real cultura. Ya no eramos o en mi caso una
mochilera más, era parte de su entorno y aunque seguía siendo extranjera en sus
tierras, el permitirme vivir sus rituales (festivales, casamientos, ceremonias)
me hacían entender el porque el universo me había conducido hasta aquel lugar.
Largas caminatas por los bosques en busca de cascadas, paseos al río para
buscar entretención en ratos libres de extremo calor, cuasi conversaciones con
los residentes y sus plantaciones de distintos frutos, encuentro con monos,
perros y otras especies hacían que viviese una aventura constante e incluso en
los periodos más críticos debido al Dengue.
Trabajo en equipo, trabajo individual, todo era un
aprendizaje mutuo en el cual desarrollar cada tarea se convertía en un proceso
de crecimiento personal incomparable, después de tanta universidad, cursos,
seminarios, diplomados, talleres, etc. Te das cuenta que el real aprendizaje es
fuera, con la gente, con la tierra con la vida....
Tal vez yo dejé alguna huella con ellos, realizando mi
trabajo, entregando mis terapias, registrando en un mosaico de un dibujo
latinoamericano en una de las mesas de ingreso, pero ellos dejaron una huella
imborrable en mi espíritu, su sencillez, calidez, humildad y amor se impregnaron en mis células para acompañarme en cada paso posterior,
será por siempre un registro imborrable.
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