Quisiera compartir en esta ocasión
mi experiencia con una de la técnica de meditación más antigua y de origen
Hindú. Para ello primero partiré con un breve resumen de que es Vipassana.
Esta es una de las técnicas más
antiguas de meditación de la India. Fue re descubierta por Gotama el Buda hace más de 2.500 años y fue
enseñada por él como un remedio universal para
males universales, es decir, como
un arte… “El arte de Vivir”.
Esta técnica tiene por objetivos la
total erradicación de las impurezas mentales, y la resultante felicidad suprema
de la completa liberación. Además de la curación de enfermedades. Se concentra
en la profunda interconexión entre mente y
cuerpo, la cual puede ser experimentada de manera directa, por medio la
atención disciplinada dirigida a las sensaciones físicas que forman la vida del
cuerpo, y que continuamente se interconectan con la vida de la mente y la
condicionan.
Generalmente, la técnica se enseña
en cursos de retiro de diez días, durante los cuales los participantes se
adhieren al Código de Disciplina
prescrito, aprenden los fundamentos del método, y practican en medida
suficiente para experimentar sus resultados beneficiosos.
Mediante la experiencia directa, se
comprende la naturaleza de como uno crece o decrece, de como uno produce
sufrimiento o se libera de él. La vida se va caracterizando por una
intensificación de la conciencia, por la ausencia de engaño, por el
auto-control y la paz.
Experiencia….
Con estos antecedentes y las varias
charlas experienciales de amigos de sendero también decidí probar esta técnica
y evaluar si era la definitiva en mi vida.
Fue así como llegue a Wat Tam Wua Forest Monastery situado a 35 km de Mae Hong Son, ciudad al Noroeste de Tailandia, en una de las zonas menos turísticas de este país, ya
que es de las más lejanas y de difícil acceso por el terreno, sin embargo es un
área llena de campos verdes, cuevas, maravillosas aguas, flores y cascadas.
Un templo con irradiación energética
armónica, donde a kilómetros podía sentirse su vibración, no más de 5 monjes “fijos”
residían en el templo, un lugar para acoger fácilmente a más de 100 personas al
mismo momento.
Luego que mi transporte, me dejara
en la carretera, camine con las montañas de compañeras, arboles y flores de
cómplices y sonidos de insectos y animales animándome en aquel caluroso camino.
La llegada al templo fue un
verdadero sueño, un lugar hermoso lleno de colores, de naturaleza de paz.
Mi estadía en este lugar se
convirtió en un sueño maravilloso, donde encontré no sólo la paz de la
naturaleza, al recorrer las cuevas, los bosques, los prados montañosos, sino
también donde logre encontrar mi propia paz interior. Un lugar cálido lleno de
magia, que por las noches se iluminaba sólo de estrellas de luciérnagas y las
grandes montañas que se imponían en señal de protección al templo.
Los Monjes son personas llenas de felicidad contagiosa, que irradian cariño, compasión, alegría, humildad y honestidad, y creo que son sólo algunas de las cualidades maravillosas que aprendí con ellos...
Mientras en el día
todo florecía como un jardín del edén, las aves, los peces y pequeños
animalitos se hacían presentes en majestuosidad frente a nuestros ojos.
Nada era realmente importante en aquel
lugar, absolutamente incomunicada con el mundo (porque yo lo decidí así), en
voto de silencio, sin barreras de lenguajes ya que aunque quienes ayudan a los monjes no hablan inglés (o sólo
unas pocas palabras) el lenguaje a través de sonrisas y gestos era más que
suficiente para entdendernos, dormir en el piso me parecía cómodo jamás fue un problema para mi,
además desde el lugar donde me toco dormir tenía una vista paradisíaca, los
horarios me parecían bastante bien distribuidos y aunque la comida era sólo dos
veces por día (y los primeros días fue un
poco difícil) con el paso del tiempo eso tampoco fue un impedimento para
cumplir mi objetivo.
Si bien la rutina siempre era la
misma:
·
05:00
Despertar, ser consciente. Practica de Meditación individual.
·
07:00
Ofrenda a los Monjes en la sala principal
·
07:30
Desayuno para de la comunidad.
·
08:30
Meditación Caminando
·
09:30
Meditación Acostado
·
10:30
Meditación Sentado
·
11:15
Ofrenda de comida a los Monjes
·
11:30
Almuerzo
·
13:00
Meditación
·
16:00
Tareas comunitarias
·
17:00
Libre
·
18:00
Cantos, Mantras y Meditación principal
·
20:30
Se apagan las luces
·
22:00
hora de dormir… o contemplar…
Cada día significaba una experiencia
distinta, un viaje al interior de mi propio ser, que creo ni siquiera poder
describirlo. Pero no sólo fue la técnica la que me comenzó a llevar por un
viaje interior inesperado, sino el contacto con la naturaleza, la vida, los
árboles, las aves, las montañas y la esencia de los monjes que se conjugaron para
que el escenario fuera más que perfecto para mi viaje interior.
Días, horas, minutos, segundos, que
pierden su cualidad temporal para volverse infinitos, las meditaciones se hacían
eternas y a veces de un segundo, la contemplación, las caminatas y los cantos
podían durar minutos pero la experiencia era tan intensa que sentía que me
perdía en el tiempo para vivir en un lugar atemporal donde me encontraba con lo
más profundo de mi ser, que al mismo tiempo me permitio sanar, curar, olvidar y recomenzar...
Mi experiencia en meditación había sido
distinta y siempre en lugares distintos a este, pero la vibración de este lugar era
realmente del Edén, fue así como después de cumplir cada rutina correspondiente
a la estricta técnica Vipassa, comencé en horarios aún más temprano o más tarde a
realizar mi propia meditación con Gaia para experimentar aún más en mi búsqueda.
Indescriptible, como explicar aquel
viaje interior en el cual los pensamientos se hacen uno para luego conectarse
con Gaia, para sentir que ya no sólo perdía la noción del tiempo, sino del
cuerpo para viajar a través de las raíces y ramas de los árboles, sentí una
conexión profunda de mi ser interior con la madre tierra, Pachamama, Gaia, que indudablemente es indescriptible pero que colmaron mi interior de
calma, de paz, de amor y de gratitud.
Fueron días mágicos que me rodearon
de regalos luminosos, fueron días de aprendizaje y crecimiento que están
marcados en cada una de mis células, y como un tatuaje en mi memoria cada parte
de aquel lugar ha quedado impregnado en los recuerdos.
Hoy….cada vez que busco mi paz, me
conecto con Gaia y le pido a uno de sus hijos árbol, que me lleve a través de
sus raíces a aquel lugar, donde siempre que mi alma regresa vuelve más
energizada y feliz que nunca…
Finalmente, corroboro mi pensamiento
en el cual creo que cada cual debe buscar la técnica que más se ajuste a sus
necesidades, las experiencias de otros jamás pueden determinar las
individuales, cada cual debe buscar el método y la forma en cómo llegar a esa
conexión interna que finalmente siempre busca paz, felicidad y AMOR…
Andrea
Mayo, 2011
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